Bioeconomía 2030: los biocombustibles necesitan un nuevo consenso estratégico

26/09/2018 - CLARIN

El referente Fernando Vilella plantea que es momento de reconfigurar y consensuar una política que pueda ser de Estado. CLARÍN

Fernando Vilella, - Para Mitre y el Campo

Hace más de una década se llegó a un acuerdo de estado poco común en esa época, Casi por unanimidad se sancionó una ley de Biocombustibles. Si bien la misma tenía algunos problemas que terminaron siendo inconvenientes en la implementación, es una de las pocas leyes vinculadas al desarrollo que se sostuvieron en el tiempo. La otra la permanencia del Dr. Barañao en el ministerio de Ciencia.
Esta ley al bregar por el corte del gasoil con biodiesel, hoy alrededor del 10 %, potenció el polo aceitero más moderno y eficiente del mundo, el del Gran Rosario, que a partir de la hidrovía acerca los barcos al corazón granífero argentino.
Y por el corte de etanol con las naftas, ahora el 12 %, generó una industria con base a maíz y potenció fuertemente la generada a partir de caña de azúcar, mejorando el precio del edulcorante y aumentando la integración industrial.
En biodiesel, con diversos formatos organizacionales, y con fuertes inversiones se llega a una capacidad producción de 4,4 millones de toneladas y una producción real de 2,6 millones de tn. Hay dos mercados, el nacional destinado a las Pymes y el de exportación donde juegan las 7 más grandes. Argentina lidera el mercado internacional, y generó valor a partir de subproductos como la glicerina, la lecitina o concentrados proteicos de uso humano.
En etanol, hay dos fuentes maíz y caña de azúcar, dos precios para el producto y por ahora un único destino interno. El límite al crecimiento está ligado a la posibilidad de aumentar el corte. Se producen unos 1,2 millones de tn, que podrían ser muchas más con aumento de corte y la instalación de los motores flex, los que pueden usar cualquier mezcla de nafta y etanos, de 0 a 100 %. El que tienen todos los nafteros en Brasil y los que nosotros exportamos allí.
El mercado de biocombustibles en todo el mundo es fuertemente regulado por los estados, en general sin apoyo, relacionado a los impactos ambientales, compiten mal, salvo el caso de etanol de caña brasileño.
Consecuencia de lo anterior es que en los últimos años se generaron fuertes limitaciones en los principales mercados internacionales, cerrando inicialmente UE a consecuencia forma nacionalización de YPF, cuando EEUU pasó a ser el principal comprador Trump cierra con aranceles impagables, y recientemente la UE, que pierde el panel de la OMC, que volvió a primar en su demanda está volviendo a poner dificultades.
Los acuerdos que dieron nacimiento a los biocombustibles y que tan provechoso camino han logrado, aumentando el valor de nuestras exportaciones, reduciendo el déficit comercial y el energético (frente a la pérdida de soberanía energética de la última década), generando desarrollo en diversas regiones de nuestro país, deben ser rediscutidos y consensuados.
Sin embargo, han surgido limitantes sobre todo a nivel institucional y organizacional que hace imprescindible revisar lo que tenemos. La imposibilidad de tener reglas de juego estables durante estos años, 2018 fue prodigo en cambios permanentes, la divergencia de enfoques del área gubernamental de energía que parecen no entender estos procesos y los que desde agroindustria tratan de arreglar, los privados de la industria petrolíferas, automovilística y de biocombustibles, generan un combo complejo y sin rumbo.
Hay que generar más riqueza competitiva, la agroindustria argentina lo es, pero si duplicamos la exportación actual sectorial, agregamos 40.000 millones de dólares, ayuda, pero son solo 1000 dólares más por argentino esto es solo el 8 % de nuestro PBI per cápita. No alcanza ya que debemos al menos multiplicar por 3 los actuales 1300, con ello pasamos del puesto 60 al 55 nivel mundial como exportadores per cápita, muy poco ambicioso. Esas materias primas tan limitantes en nuestros demandantes deben tener más valor y trabajo inteligente agregado.
Entendemos que es momento de reconfigurar y consensuar una política que pueda ser de estado, es momento de convocar a todos los actores a una nueva alianza que beneficie los intereses del conjunto de la sociedad, cuidando el medio ambiente, los ciudadanos en el marco de un proyecto de desarrollo que nos una.
* El autor es profesor Titular de la Cátedra de Agronegocios y Director ​del Programa​ de Bioeconomía de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires.


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